¿QUÉ PARADIGMAS ROMPIMOS EN EL 2020?

Hace unos días, me llegó un correo de publicidad sobre una empresa que decía “¿Qué paradigmas rompimos en el 2020?” y como cosa rara, lo abrí…

En el 2020 vivimos situaciones que nunca nos imaginamos: cambiamos nuestras rutinas, cerramos nuestro círculo social, dejamos de estar metidos en el tráfico, no más salón de belleza, maquillaje ni tacones, no más corbata, adiós al gimnasio y por supuesto adiós a las reuniones. Comenzamos la cuarentena pensando que sería un par de meses, y terminamos el año casi casi en las mismas condiciones que en marzo. Miles de personas se han visto afectadas por el COVID-19 y pareciera que esto no se detiene, o que no va a cambiar en un tiempo corto. Sin embargo, hay una diferencia abismal entre lo que éramos en marzo y lo que somos hoy, en el 2021.

Todo lo que somos y lo que creemos, viene marcado de una sociedad o familia que nos lo inculca, desde la religión hasta nuestra cultura, nuestras costumbres, qué está bien y qué está mal, y, por supuesto, los famosos paradigmas enraizados desde hace décadas: “los guatemaltecos somos impuntuales”, “la gente no trabaja si no está en la oficina”, “la cocina es para las mujeres”, “los niños no aguantan estar en la casa”, “los pobres son pobres porque quieren” …y podría seguir la lista.

Cuando leí el título de ese correo me di cuenta que, por mucho que odiáramos o sufriéramos la cuarentena, nos vimos obligados a darnos cuenta que todos estos paradigmas, al final, no son otra cosa más que simples paradigmas. Dejamos de creer que la gente no trabaja si no está en la oficina, y nos adaptamos al home office; dejamos de creer que el emprendimiento es solo para “los más pilas” o los que tienen mucho para invertir, y vimos miles de páginas en Instagram y Facebook de nuevos negocios; dejamos de creer que los niños solo están entretenidos en el colegio, y nos dimos cuenta que lo único que piden a gritos, no es un iPad, sino atención y cariño; dejamos de creer que solo nuestras mamás cocinan y aprendimos a hacer pan, galletas, pizzas caseras, hasta aprendimos a teñir ropa. Tantos paradigmas rotos y tantos por romper…

Y, hoy, le voy a hacer énfasis a dos, el primero y el más escuchado:

“No ayudo porque no me alcanza el dinero.”

Dejemos de creer que para ayudar hay que dar dinero; podemos dar tantas cosas valiosas como el tiempo. Un día a la semana para apoyar en el voluntariado de Funjose, dos horas del mes para asistir a un webinar, 20 minutos para contarle a nuestros conocidos sobre este proyecto, 5 segundos para dar un like o compartir una publicación. Todos estos segundos, minutos, horas, días, se traducen en tantísimo más para nosotros: es cambiarle la vida a un joven y ampliar sus horizontes para romper círculos de pobreza que millones de guatemaltecos viven actualmente. Dejemos de creer que los pobres son pobres porque quieren, tristemente tenemos un sistema que no permite darle oportunidad a todos por igual y por eso, Funjose, quiere hacer exactamente eso, abrir oportunidades a través de becas a nivel superior para que más familias se vean beneficiadas del título de uno de sus integrantes.

Dejemos de creer que para ayudar se necesita ser CEO de una empresa o que necesitamos el sueldo de Bill Gates. Si tenemos un trabajo, un techo, ropa y comida, es porque pertenecemos a un reducido porcentaje de privilegiados que sí tuvimos la oportunidad de estudiar para estar en donde estamos, y que sin ese título, probablemente no tendríamos el trabajo que hoy nos da de comer. Hoy los invito a deshacerse de esos paradigmas y a romperlos con obras, no seamos indiferentes a la realidad solo porque la nuestra no es la misma. El universo tiene formas extraordinarias de premiar las buenas obras, y les aseguro que dando lo que puedan, van a recibir diez veces más.

Si vivimos en medio de paradigmas, ¿por qué no quedarnos con uno nuevo, tal vez uno que diga “el que más da, más recibe”? Piénsenlo…

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